Recent Posts

viernes, 27 de diciembre de 2013

"La casa del cerro El Pino" el mejor libro de cuentos del 2013 para la Revista Caretas



Algunas cosas a veces tardan pero casi siempre llegan. En este caso ha llegado un tardío pero merecido reconocimiento a Don Óscar Colchado Lucio y en particular a su libro de cuentos “La casa del cerro El Pino”, el cual tuvimos el honor y privilegio de editar en el 2012. Este breve libro, que cuenta apenas con nueve cuentos reunidos en no más de 100 páginas es, según el crítico literario de la revista Caretas, Luis Aguirre, el mejor libro de cuentos del año 2013, noticia que nos alegra y nos anima a continuar con nuestra travesía.
Si bien es cierto la edición fue lanzada en nuestra ciudad en octubre del 2012, tal y como consta en su página de créditos, no fue hasta abril del 2013 en que hicimos la presentación oficial en la ciudad de Lima. Más allá del detalle, creemos que esta mención le hace justo galardón a un libro excepcional, construido como si fuera una magnifica artesanía a lo largo de 20 años de arduo trabajo y con el único objetivo de representar poéticamente el sentir andino. Demás está decir que a estas alturas el escritor ancashino tiene cada centímetro de su prestigio ganado a punta de excelentes libros y una inigualable forma para representar el mundo en el que él vive, el mundo del ande peruano.
Felicitamos y agradecemos a Don Óscar Colchado Lucio por entregarnos este gran libro que pronto será reeditado por nuestra casa editorial y agradecemos la mención del crítico Luis Aguirre, de quien reproducimos sus palabras.
“El relato breve tuvo un año estelar. La academia sueca le dio un espaldarazo al género con el Nobel a Alice Munro y por aquí Óscar Colchado Lucio presentó el mejor libro de este año: La casa del cerro ‘El Pino’”
    

miércoles, 18 de diciembre de 2013

"NENA" por Miguel Almeyda (Achorado culto)

 
Por Miguel Almeyda 
 
Alex Rivera de los Ríos, joven escritor que está publicando su primer libro de cuentos titulado NENA con La Travesía Editora, lo presentó en la 5ta feria internacional del libro.
En sus cuentos emerge una energía fuerte,  ambientes, espacios, situaciones y personajes en  historias que te atrapan. Aquí una conversa con el escritor…

¿Porque cuento cortó y no novela?

Yo pensé este  libro como una preparación muy respetable para mí,  porque  el cuento es un género muy difícil, NENA agrupa nueve cuentos en los que trate de  esforzarme al máximo,   en el lenguaje, en la construcción. Yo siempre quise  y quiero escribir novela,  sin embargo a mis 26 años no me sentía preparado,  para escribir la novela que quiero escribir, opte por los cuentos. Me inscribí en un taller, escribí este libro satisfecho de saber que respetó el género.

Hay dos cuentos muy buenos por el ritmo y la capacidad de contar la historia, el de la mujer niña adoptada por el feo del barrio y el de los quince años, admire los detalles, la definición de los personajes,  su relación y la nostalgia que flota en el ambiente. Además del final sorpresivo que el cuento exige. ¿De donde vienen los personajes?


El cuento se llama El beso y la nostalgia es un elemento principal de mi libro, el cuento  Nena es una oda a la nostalgia,  a la niñez, a los primeros amores, a los  primeros traumas, creo que el tema se reparte en los distintos cuentos. El beso es sobre el pasado, como cambian las personas con el pasó del tiempo y como se reencuentran. He querido construir este libro a partir de temas que  son interiores, el amor, la insatisfacción y sobre todo la búsqueda de uno mismo.

Tu libro tiene  una construcción física del espacio donde suceden las acciones, y allí hay una virtud, trasmites espacios, lugares, situaciones…

Es verosimilitud, el escritor se debe la capacidad de crear la realidad a partir de la palabra, la ficción retrata la realidad,  una ficción es buena cuando el lector la cree, como dice Vargas Llosa: La verdad de las mentiras. Para todos los cuentos trate de integrar la realidad, mis experiencias, traumas y recuerdos en la ficción, creo que es el único modo que logro que se hagan verosímiles y se hagan míos y que no sean simples historias sueltas o resplandores de juventud, sino un libro sincero.

¿Cual es tu formación?

Soy  chef profesional y profesor de francés,  estudio derecho ahora, pero desde los quince años recuerdo que decidí ser escritor, la vocación literaria es el fondo de mi vida, lo más importante,  quise hacer una vida como escritor y creo que ahora la estoy haciendo. Nena es el primer paso.

Sabemos que un escritor se hace en el segundo libro. ¿Cual es el siguiente proyecto?

Debe ser el más difícil seguro,  mi sueño es escribir novelas gordas enormes, y allí pienso encontrarme, espero que el siguiente paso sea una novela, donde lo importante sea el lenguaje y la voz para consolidar mi trabajo literario. Debe salir en dos años.

martes, 17 de diciembre de 2013

NO ES CRÍTICA LITERARIA de Juan Carlos Valdivia Cano (Presentación a "Donde la luz duerme")




Por Juan Carlos Valdivia Cano


INTROITO
 
No es crítica literaria. No se hacen juicios literarios sobre la obra. Es la opinión de  un amante, no correspondido, de la literatura, que no hubiera dado a conocer si no se la pidieran para su presentación. Lo que importa en una presentación es animar a leer lo presentado, si cree que vale la pena. Eso es todo.  El medio puede variar. No se trata de agotar la descripción y el detalle de la obra. Se trata de elegir y animar,   de traducir y condensar, de determinar el sentido y ponerlo en la  barroca escena sobre la escena. Expresar lealmente  lo que sientes, piensas, percibes, intuyes y cómo te afecta personalmente, con sinceridad y precisión literaria. Con generosidad, pero sin traicionarte a ti mismo.

 
CAFÉ CON COGNAC
 
Es un verdadero aperitivo literario,  acorde con el  bello y nostálgico menú cinematográfico y  musical que es el índice de estos pequeños grandes dramas,  capaces de reinventar la tristeza a pesar de, o gracias a, un siglo de melodramas y telenovelas. Un raro café con cognac, que parece el extremo opuesto de esos que nos hacía saltar de euforia en otra época  con amigos lejanos,  que  avivaban, como ningún trago, los  aún  inconfesables llamados de la no muy santa natura. Aquí el café–cognac parece estimular más bien el espíritu.
Una pareja que parece la normalidad por excelencia,  cuando la anormalidad se ha vuelto lo normal. De clase media, más culta que el promedio normal, cosa que existe pero sólo en abstracto, como dato estadístico. De ésas  que leen por ansiedad o  por adicción. Para variar se conocen en un Café, tomando café…con cognac y música de Silvio,  no el peinador peruano,  sino el trovador novocubano. Todo empieza con la orgullosa y   vanidosa competencia por ver quién sostiene más tiempo la mirada. Todo empieza con una mirada: la insostenible.
Una pareja de esas que se conoce en la Biblioteca Municipal  y luego salen juntos, aunque todavía no revueltos, hablando de Flaubert, en dirección a  la Plaza de armas. Y siguen saliendo por algunos años y siguen leyendo juntos y siguen yendo al Café con cognac y Silvio. Y  así,  piensa ella ,“la rutina  fue enquistándose  en su vida a pasos lentos  hasta convertirse en aversión” para utilizar las   palabras del narrador. “Ya  no soporta la  chompa roja de Martín,  ni el aburrimiento de los días de interminables lecturas”. Y ella terminó por sacar los pies del plato, con ayuda del Arquitecto. Y pensar que un día “no le importó mutilar una de las enciclopedias de arte de su padre, para poner en cuadro “El dormitorio de Arles” y llevárselo a Martín por su cumpleaños”.
 Intentaron reencontrase tiempo después, pero “algo fallo”. El azar es cómplice en la juventud, señala el narrador, después  todo debe ser rigurosamente planeado. Y hasta el café con cognac ha cambiado y la música ya no es la misma. Y luego la conversación del reencuentro, una competencia de vanidades y  reconvenciones defensivas, que los lectores de Holderlin se  pueden dar el lujo  de darle una forma elegante, con intercambios literarios  e inacabable  interpretación de  recuerdos incluidos, pero la guerra continúa. El amor debe irse. Martin ya no es Rodia , es un escritor.A la larga, lo único que reconoce después de tantos años , “es una quijada vieja que le provoca el mismo asco que a uno de los Karamasovlos movimientos de la  nuez  de su padre…”
Al final sonríe y “se enternece al ver una mirada, la insostenible del café, que se va extinguiendo, que pese a su vanidad se va  escondiendo, que va perdiendo los segundos que una vez ganó”

 
LA PELÍCULA

Con la omnipotencia  de Erik Satie y Federico Chopin, en contexto latinoamericano y alguna que otra acertada  pregunta o comentario postmarxista, se desenvuelve la película, esta película. Para variar, una  relación que podemos llamar “relación de amor” para evitar demasiadas explicaciones. Con sus idas y vueltas, celos y  pasiones,   momentos excepcionales,  enojos y reclamos, tedio y muerte. Es la hora en que los interesados  sacrificios del principio de la relación,se han convertido en norma exigente y exigida.
A pesar de lo anterior,  se diría que en este caso se trata de un“amor de verdad”  ¿Cómo?  No se asusten, trataré de aclararlo:  primero hay que ver que quiere decir “de verdad”   Por lo pronto  no quiere decir “amor verdadero”, por oposición a falso amor  o amor bamba. Tampoco quiere decir  perfecto amor , como el conocido cognac francés: ParfaitAmour. Porque, que se sepa, amor humano perfecto no  hay ni en el planeta Venus, ni en el topusuranus. Y tampoco quiere decir “buen amor” , como el deJuan Ruiz, el Arcipestre de Hita,  en la Edad Media hispana, aunque esta sea  nuestra versión favorita.
Amor de verdad solo quiere decir amor de carne hueso y sangre y   odio y poder y  momentos felices y sacadas de vuelta y  todo lo negro de la vida y uno que otro momento sublime. Dos o más personas de carne y hueso comunes y corrientes: José , Valeria… y el arquitecto. Los  dos primeros son de esas parejas que se sientan en el piso del cuarto de uno de ellos juntando los hombros, sólo que en este sofisticado caso el fondo era con   música deErikSatie. Una relación que termina como las de millones de relaciones de pareja de carne y hueso,  con  todo lo que implica. Como terminan nuestras vidas,  como termina la de Valeria.
  La lucidez  parece estar empedrada de desengaños.Alguna vez le dijo Martín a Valeria  que haría una  película con esa escena en su cuarto, hombro con hombro, con la Gimnopédies de Satie de fondo, impajaritablemente, “una película que ahora sabe muy bien que nunca hará”.  
 



INTERLUDIO
 
Hablaba en ese momento y vivió alguna vez  en la casa “donde  la luz duerme”, ahora  una inmensa casa vacía que alguna vez pareció pequeña cuando vivía en ella con su familia. Allí  entra “la luz de los postes por las ventanas   y se despliega cómodamente por el piso, palpa,  se estira a su antojo, se acomoda y duerme. La luz duerme en nuestra casa”
Y así, intentando llegar a esa casa, empieza el cansancio, el gran cansancio que se inicia  en las rodillas y llega hasta adormecer su cerebro y envejecer su sangrey lo hace  volver al mismo estado que el piano inerte, empolvado y algo destartalado que ha dejado de tocar hace mucho,  jubilando sus  talentosas manos musicales,  que se rebajaron al placer de las caricias y los contactos de la piel pegajosa y abandonaron a Dios a quien antes ofrecía su música. Era la época en que perseguía a Chopincito (no Tonto, como quería llamarlo su enamorada). Era  su engreído, desde cuando era chiquito,  orejón y de ojos tristes y jodía, se meaba y cagaba por doquier. Y  a la vez que sus manos de ex pianista se hacían cada vez más inútiles, Chopincito crecía.Cambiar a Dios por pieles tersas y pegajosas y noches frenéticas, fue  demasiado.
Era uno de esos tíos normales, en épocas de anormalidad, de esos que cada semana “vuelven del mercado con dos bolsas llenas del presupuesto semanal”,  humano, simple,  feliz, comenta el narrador.Y Chopincito siempre intentando morderse la cola que no tenía, el muy tontito, perdón …Chopincito. Porque no se llama Tonto, como quiere que se llame  su mujer, porque persigue la cola que no tiene.
  ¿Será que cuando uno no cumple su destino es castigado por el Dios abandonado y sustituido por un poco de piel pegajosa? ¿O será que cada uno inventa su pecado, su castigo y su infierno? Y así el talento se venga cuando lo abandonas, advierte el narrador.Todo lo demás es tristeza, que, como dice Vinicius de Moraes, nao tem fin (felicidadesí). Esa tristeza que lo atrapó y lo encerró, por la cual  ya no quiso ni ver, ni pensar, ni dormir   ¿Cómo va a pensar o dormir si su cuerpo, tullido e inútil,  ya no le permite  entrelazarse con ella, con su cuerpo?   Y un día  se lo llevaron. Y felizmente no estaba Chopincito en ese momento,  sino su tristeza  se hubiera convertido en furia a la hora en que  llevaban a su amigo a no sé qué sanatorio, mucho  más triste todavía que la ahora inmensa casa vacía.
 
PATIO 
 
La tristeza que, como hemos visto,  no tiene fin,  y la belleza más o menos presentes en el libro, la escena o el film, se acentúan en esta repulsiva y opresiva  experiencia familiar, que se desata cuando el hijo mayor, Ernesto, cae del primer piso y muere  después de tres días de agonía. Lo demás es  la consecuencia que trajo esa muerte en cada uno de los miembros de la familia: en el hermano menor, en los padres y especialmente en la abuela que, en silla de ruedas,  engreía a Ernesto, lo que agregaba leña al fuego de la envidia del hermano menor. La abuela  murió virtualmente el día que Ernesto murió, por causa de la cainita pasión  de este último.  Como en Teorema de Pier Paolo Passolini, sólo que en la película de Passolini no llega el mal sino el ángel del amor, en forma de un juvenil TerenceStamp, que, valga la redundancia, hace el amor con cada miembro de la familia burguesa, incluida la empleada provinciana y proletaria: la  película trata de las consecuencias posteriores, caso por caso, del padre a la empleada.
Cuando murió Ernesto, “sus padres se fueron  recluyendo y ensimismándose”. La abuela sólo quería que la saquen al patio para quedarse absorta frente al lugar en que Ernesto se accidentó mortalmente.  El hermano menor perdió un año de colegio porque no quiso salir más de la casa después de la muerte de Ernesto. El problema empieza cuando sus padres no le hicieron caso cuando les pide ocupar  el cuarto de Ernesto, después de su muerte. Cuarto  que él quería para sí y al que él se creía con derecho, desde que Ernesto le prometió dejárselo. Sin embargo  lo destinan para   depósito bajo llave. La típica maldad familiar producto del miedo o el odio de la abuela, que sugirió ese destino. Pero él tenía que entrar a ese cuarto.
La envidia del hermano menor se agudizó cuando Ernesto, aún en vida,  trajo a su enamorada  Rosa,  y subía al cuarto“con una cara de felicidad  que nunca antes le había visto”. Y se daba el trabajo de anotar  todos los movimientos, entradas, salidas, horas, todo, como para no dejar dudas respecto al significado de  la envidia como pasión. La abuela era cómplice de Ernesto y a él lo trataba, como sus padres, como si no existiera. La abuela volvió a cantar alguna vez, “aunque en realidad  ya no eran cantos, eran algo así como unos tarareos guturales, suaves, lacónicos, unos lamentos que se hicieron insoportables”.
Y volvió a cantar cuando el murió, exactamente de la misma manera que murió su hermano Ernesto, trepándose por la ventana para ir clandestinamente a su cuarto,  como una especie de castigo divina o diabólicamente  justiciero, en el mismo lugar que contemplaba la abuela ya alejada del mundo. Y volvieron sus cantos guturales “enmarcados con  su risa; y la mirada perdida de Ernesto empujando la silla”.
 




EPÍLOGO
 
He sentido en estas narraciones a un alma dostoievskianamente cristiana, que yo creía en desaparición en los ámbitos culturosos. Una alma que se explora y nos explora en unas narraciones   que intentan hacer cine dentro del cuento, y cuento con la imagen y la escena. Esto a través de una prosa madura, muy bien manejada o conducida. Es un signo evidente  de la existencia de una nueva literatura arequipeña, que se ha extendido claramente  en cantidad y calidad. Y que ha comprendido, por fin,  que sólo la literatura  —y no el  APRA—salvará al Perú.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Orlando Mazeyra sobre "Donde la luz duerme" de Carlos Cornejo-Roselló


Donde la luz duerme - Carlos Cornejo-Roselló

Por Orlando Mazeyra
 
En los cuentos de Carlos Cornejo-Roselló, los personajes muestran una perentoria fascinación por el arte (la pintura, la música, el cine y la literatura): poetas ganados por la narrativa, pianistas enfermos, cantantes fallidos, cineastas escindidos entre la realidad y la ficción que mienten —o niegan la realidad, inventan una alternativa, cada cual a su manera y de acuerdo a su dimensión humana— para sobrevivir. Al terminar de leer este conjunto de historias uno se siente parte de ese séquito de individuos plagados de renuncias, sueños rotos, ensoñaciones, promesas cumplidas a destiempo y sinsabores cotidianos que ratifican que el estigma de todo destino individual o colectivo es la incertidumbre; sin embargo, ésta se acentúa si tenemos (o creemos tener) cierto talento artístico —la capacidad de tocar a Dios o de hacerlo a un lado, según convenga—, pues, cuando creamos, no sabemos nunca a dónde vamos… ni a dónde llegaremos. Prueba de ello es el cuento La película que, sin duda, nos permitirá aproximarnos a la arcilla con la que este alfarero (quizá el más singular de los nuevos narradores del sur peruano) fabrica sus mentiras.

sábado, 30 de noviembre de 2013

 
Luego de un arduo trabajo del equipo de La Travesía Editora, podemos complacernos en anunciar la presentación del primer libro de cuentos de Carlos Cornejo-Roselló “Donde La Luz Duerme”, séptima publicación de nuestra editorial; una recopilación de historias que el reconocido escritor arequipeño Orlando Mazeyra Guillen, traduce su experiencia luego de estos relatos: “Al terminar de leer este conjunto de historias uno se siente parte de ese séquito de individuos plagados de renuncias, sueños rotos, ensoñaciones, promesas cumplidas a destiempo y sinsabores cotidianos que ratifican que el estigma de todo destino individual o colectivo es la incertidumbre”.
DONDE LA LUZ DUERME se presentará al público arequipeño el día viernes 6 de diciembre en la Alianza Francesa de Arequipa, a cargo de los reconocidos escritores Yuri Vásquez (Ganador del Premio Copé de cuento del año 1994), Juan Carlos Valdivia Cano, reconocido intelectual y Orlando Mazeyra Guillen (Primer Premio Nacional Universitario “Nicanor de la Fuente” 2003); donde los esperamos para el brindis con Carlos Cornejo-Roselló y el equipo de La Travesía Editora.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Álex Rivera de los Ríos entrevistado por Jaime Cabrera para la web Leeporgusto

La entrevista apareció hace algunas semanas y aquí la reproducimos para todos aquellos quienes no pudieron leerla. Agradecimiento especial a Jaime Cabrera de la web Leeporgusto y a Carlos Amoros por la coordinacion de prensa en Lima.



Por Jaime Cabrera Junco

 

El crítico y escritor ruso Viktor Shklovski decía que en literatura la herencia no se transmite de padre a hijo sino de tío a sobrino. Si eso es cierto, es una coincidencia que el arequipeño Álex Rivera de los Ríos (1987) sea sobrino de un escritor considerado una leyenda en su tierra, Edmundo de los Ríos.

“Yo no sabía nada de él hasta los 16 años. Empecé a leer mucho a los 14 años y un día en la Biblioteca Municipal de Arequipa vi y leí su novela Juegos verdaderos. Vine a visitarlo a Lima y desde ahí siempre me aconsejó, me prestaba libros, me decía sobre todo que lo que uno quiera hacer debe hacerlo con esfuerzo y disciplina”, afirma Álex, quien acaba de publicar su primer libro titulado Nena, un cuentario editado por el sello arequipeño La Travesía Editora, y cuyo relato del mismo nombre, escrito en 2009, está dedicado a su tío abuelo Edmundo.

 

¿Desde cuándo comenzaste a escribir?
Como todo prospecto de escritor tenía cosas escritas sobre todo poemas, yo soy un poeta frustrado porque mi primera intención fue ser poeta y al ver que no daba la talla decidí ser un narrador. Publiqué artículos a los 16 años en el diario El Pueblo. Antes de
 Nena tenía un libro entero con diez cuentos, pero un virus en la computadora los borró. Tal vez no era yo el libro tenía algo de estilo.

En Nena, tu primer libro hay una fijación por el estilo, por trabajar la prosa. ¿Cómo fuiste escribiendo estos cuentos?
Los cuentos empecé a escribirlos hace cuatro años, escribí
 Nena, el primer cuento, y me gustó mucho por su sinceridad, más que por su técnica porque significó explorar mis recuerdos de infancia y mis traumas y dije que aquí podía haber material para seguir escribiendo. Para mí este libro es una propuesta del lenguaje, del estilo, en el género. En cada cuento me muestro también como soy como persona.

Se dice que un primer libro es de aprendizaje, ¿cómo tomas este debut literario?
Es un aprendizaje porque es una experiencia distinta, de ser un desconocido en el ámbito cultural y ver que mi rostro aparezca en un medio de prensa. Cuando uno publica su primer libro aprende. Pero, la sinceridad, la honestidad en el libro es lo más importante. Cuando la crítica es positiva es un aliciente, y cuando es negativa aunque muchos digan que no, sí duele, pero también ayuda a enmendar nuestros errores. Los jóvenes escritores se proyectan como cuentistas. A mí sucede que me he proyectado como novela y espero que mi segundo libro sea una novela. Pero en este primer libro he respetado el género. Pienso que no he cumplido el reto ya que el cuento se caracteriza por su perfección.

Los personajes femeninos de estos cuentos aparecen como superiores respecto a los masculinos
Fíjate que me di cuenta de esto cuando ya tenía el libro en mis manos. Creo que esta característica se evidencia en el título del libro y del cuento que considero el principal: Nena, en el que su protagonista es una niña de 12 años, en el que tomo como punto de referencia a varios personajes que he conocido en mi vida.

Eres profesor de francés, chef y actualmente estudias Derecho, esto parecería una búsqueda de una vocación…
No tengo miedo de decir que son trabajos alimenticios, me he metido en esto solo para que sirvan con un fin: la literatura. Tal vez debí dedicarme solo a la literatura y me dejé llevar por el consejo de que es difícil vivir de esto en el país. A veces veo que más llamo la atención como chef que como escritor. El Derecho me ha permitido estar más vinculado con las letras y ahora he podido escribir más.

jueves, 7 de noviembre de 2013

La Travesía Editora anuncia la publicación del primer libro de cuentos del escritor Carlos Cornejo-Roselló


 
El equipo de La Travesía Editora tiene el agrado de anunciarles la pronta aparición del séptimo libro de su catálogo. Se trata del primer libro de cuentos del escritor Carlos Cornejo-Roselló, quien en el 2012 quedó finalista del importante premio COPE de cuento. El conjunto de relatos, que incluye el cuento finalista, son definidas por el reconocido escritor peruano Orlando Mazeyra como de “…una perentoria fascinación por el arte (la pintura, la música, el cine y la literatura): poetas ganados por la narrativa, pianistas enfermos, cantantes fallidos, cineastas escindidos entre la realidad y la ficción que mienten —o niegan la realidad, inventan una alternativa, cada cual a su manera y de acuerdo a su dimensión humana— para sobrevivir”.
Esta nueva publicación será lanzada en breve en nuestra ciudad y estamos seguros que colmará las expectativas creadas por este escritor que desde principios de milenio mostraba un arduo y tenaz interés por la literatura, publicando sus primeros cuentos en revistas como Lego o Vacaré.

Sobre el autor:
Carlos Cornejo-Roselló cursó estudios de Filosofía en la Universidad Nacional de San Agustín, posteriormente se aventuró hacia Lima, donde realizó una maestría en Filosofía, en la Pontificia Universidad Católica del Perú; en el 2007 alcanza el tercer puesto en el concurso organizado por  la revista El Búho, junto a la Alianza Francesa de Arequipa. En el 2012 queda entre los finalistas del premio COPE, en la categoría de cuento.
En la actualidad se dedica a la docencia, alternándolo con su vocación por la escritura, que pronto encontrará su primer muestra en nuestro sello.
 
Escribe: Marco Zavalaga - Prensa

lunes, 4 de noviembre de 2013

Óscar Colchado Lucio presenta “La Casa del Cerro El Pino “en la FELINCH 2013


Foto: Nadia Cruz

 
Estamos muy contentos al poder seguir recorriendo el Perú con los libros del catálogo. Esta vez el equipo de La Travesía Editora se complace en anunciar que el reconocido escritor Óscar Colchado Lucio presentará el día lunes 11 de noviembre su libro de cuentos “La casa del cerro El Pino” en la Feria del Libro de Nuevo Chimbote.
Esta presentación, que ha sido promovida por la FELINCH, será la culminación de una serie de actividades en donde nuestro autor ha sido invitado y en donde, además, se le brindará un justo reconocimiento a su labor no solo como escritor, sino como incansable promotor cultural de la ciudad de Chimbote.  
Comentará el libro el también escritor Gustavo Tapia y el editor Arthur Zeballos. El ingreso es libre, los esperamos.   
 

sábado, 26 de octubre de 2013

"Lucía era la lluvia" de Oscar Colchado Lucio por Nadia Cruz

 
 

Lucía era la lluvia" es uno de los cuentos más hermosos de la colección "La Casa del Cerro El Pino" del gran escritor ancashino Óscar Colchado Lucio. La joven fotógrafa Nadia Cruz Porras ha llevado a cabo una excelente serie fotográfica en donde se representa visualmente escenas de este cuento, logrando sostener, al igual que en el texto, la tensión y el idilio amoroso entre ambos protagonistas.. Agradecemos el excelente trabajo fotográfico de nuestra colaboradora y recomendamos visitar su blog Tiempodetenido, en donde, además de leer el texto y ver la serie completa de fotografías, podrán revisar sus demás trabajos.

jueves, 24 de octubre de 2013

Reseña a Ciudad Lineal por Keith Ross Guillins




Por Keith Ross Guillins*

Dennis Arias Chávez sabe bien que una ciudad, a veces, se puede recorrer en metro, a pie, o en coche y cuyo paisaje siempre convertirá al que lo observa en el solitario inmóvil que se reconoce en el movimiento de los otros. Sin embargo, esta Ciudad lineal, compuesta de catorce narraciones breves, se recorre de manera distinta: uno se trepa en la narrativa audaz de este escritor que es dueño de un lenguaje claro, preciso y eficaz.

            Esta ciudad contiene anécdotas desarrolladas en ambientes urbanos —que en ocasiones son europeos; en otros, sudamericanos— y en ambientes rurales. Lo que la convierte en lineal no es sólo por su referencia al distrito madrileño en donde el autor pasó una temporada, sino también porque cada uno de los cuentos es atravesado por una línea recta, que es el elemento de la sorpresa: el autor no se detiene en descripciones banales, pues su objetivo no es tanto retratar sino sorprender al lector con la idea menos esperada, que puede provocar una sonrisa, una reflexión, un escalofrío, una finísima sensación de horror o todos los anteriores juntos.

            Leer Ciudad lineal, irónicamente, implica un ejercicio intelectual que nos acostumbra a los giros inesperados y a la elegancia con la cual se puede narrar el suicidio de una familia completa o la crónica del momento en el que Roberto Bolaño perdió el manuscrito de su mejor novela. La mejor manera de tomarle el pulso a esta ciudad, que es la primera obra publicada del autor, es a través de una lectura atenta a los asombros.


*Profesor de la Universidad Autónoma de Baja California Sur

lunes, 21 de octubre de 2013

“Un corazón a la altura de su inocencia”: Hudson el redentor de Diego Trelles Paz por Félix Terrones

 
Por Félix Terrones
El primer libro de Diego Trelles Paz (Perú, 1977), recientemente reeditado por las editoriales “Animal de invierno” y “La travesía”, es acaso el más limeño de todos los que ha escrito hasta el momento. A lo largo de los ocho relatos que lo componen, el lector asiste a partidos de fútbol, fiestas de quinceañero, primeras borracheras, iniciaciones sexuales, declaraciones de amor no correspondido; en otras palabras, todas aquellas actividades que forjan la experiencia adolescente de la clase media limeña. El distrito en el que todo esto ocurre, el desangelado Magdalena, es más que un decorado, pues en él se refleja, y acaso también se promueve, aquella degradación sistemática que lleva a toda una generación, a toda una ciudad, a la decadencia colectiva.
Inicialmente, Hudson el redentor da la sensación de ser un libro consagrado a la juventud; más que eso, al paso de la adolescencia a la adultez. Por eso, como muchos otros libros que se han dedicado a ello, hay en sus páginas una tensión constante y permanente entre la inocencia y la corrupción de ésta. Aquellos personajes, entrañables y ásperos a la vez, que aparecen al inicio del libro no son los mismos que evolucionan a lo largo de éste hasta su final. Cuando se cierra el libro, uno se queda con la sensación de que, lentamente, algo se ha desgastado, dejando lugar a cierta forma de asfixia, no exenta de afectación, tal y como lo escribe el Chato en las líneas que cierran el relato final: “Y así termino mi carta, Laurita. Así, con estas ganas locas de morirme, te digo adiós. No espero una respuesta tuya. No espero volver a verte. No espero arrepentirme de ninguna de las líneas de esta carta que, en este preciso momento, me dirijo al correo pata enviarte”. Las líneas que se envían no son las que tienden puentes entre dos personas sino las que hacen las veces de ruptura. Con el final de la carta, y también el de la lectura, llega el término de un ciclo y el comienzo del otro, no contado, aunque sí anunciado, el de la adultez grisácea, vacía de palabras.
Sin embargo, Hudson el redentor es más que un libro de juventudes llenas de renuncias. Tal y como lo indica el título, es antes que nada un conjunto de relatos en los cuales los personajes buscan, de manera consciente o no, la salvación. Se trata de una necesidad desesperada que hace del amor y la literatura los medios de redención. El amor, o la promesa de él, es el de la joven Laurita, evocación y caricatura de la musa petrarquista, la cual es anhelada por todos los chicos del barrio sin que nadie tenga verdadero acceso a ella. Musa esquiva, coqueta, a veces cruel, pero también pura y condenada a la miseria, Laurita encarnará aquel amor que, de tan inaccesible, se convierte en un ideal y una razón de vivir. No es necesario decir que es justamente esta misma distancia con respecto de los chicos del barrio la que convierte las ilusiones empeñadas en ella en fantasmagorías de algo que nunca llegará.
En cuanto a la literatura, solamente dos de los personajes, el Chato y Hudson, la acosarán con toda la energía y el entusiasmo del que son capaces. Digo esto porque en la Lima del libro, lo mismo que en la literatura de tantos otros escritores peruanos, la literatura aparece para hacer adiós desde lejos sin dejarse nunca alcanzar. Por eso, Hudson, joven misterioso seguro de ser un genio literario, termina cediendo a la desesperanza de botellas de alcohol y colillas de cigarrillo en bares de mala muerte. En cuanto al Chato, autor del último relato, la resolución es tan radical como sugerida: al terminar el libro abandonará a los suyos, la jauría de Magdalena, para ingresar a la universidad y descubrir en ella la literatura. Contaminado de lecturas, entre otros Julio Ramón Ribeyro, adquirirá una mirada de insatisfacción y descontento que parasitará su sentimiento con respecto del barrio y de aquellos que dejó.
¿Pero cómo alcanzar la redención cuando, progresivamente, todo parece perder sentido? Conforme se avanza en las páginas de Hudson el redentor, la vida cerrada y autosuficiente del barrio, va dejándole su lugar a una apertura hacia la ciudad en la cual entran los jóvenes. Y su ingreso no se realiza bajo los auspicios del triunfo sino más bien como una sistemática derrota. De ahí que, poco a poco, haga su ingreso una forma de violencia más social y estructural. A medida que el lector avanza en su lectura, las alusiones a la historia peruana, los primeros años del fujimorismo, se hacen cada vez más numerosas, así como más determinantes sus consecuencias. Por eso, descubrimos que si aquella banda de adolescentes perdió la inocencia lo hizo, entre otras razones, porque todo un país, tan joven como ellos, también lo estaba haciendo. Encuentra sentido, por eso, el subtítulo que, originalmente, se le dio al libro: “Otros relatos edificantes sobre el fracaso”. Ironía macabra la del autor que lo lleva a programar la lectura de esa manera, se trata de una fórmula que, confiriendo un aliento edificante al fracaso, termina dándole un carácter moral a la ficción.
A mi parecer, Hudson el redentor es el libro mejor logrado de Diego Trelles Paz. De ahí que suscriba punto por punto lo que Guillermo Fadanelli dice en el prólogo, aquello de que se trata del libro que “reúne de forma casi natural las pasiones que pusieron en movimiento mi vida durante casi dos décadas”. ¿Quién no reconoce en las páginas del libro aquella vida de barrio por la que todos pasamos, ese despertar a la adultez en la cual el gesto se hace rito y el rito anuncia ya la resignación? Sin embargo, lo extraordinario en el arte con que Diego Trelles Paz representa todo aquel universo barrial no es qué tanto nos reconocemos en él como la indoblegable convicción con la cual elabora una alegoría de las esperanzas resquebrajadas. De ahí, que me haya hecho recordar a otro escritor, peruano también, quien varias décadas atrás inventara al antecesor directo del “Chato”. Me refiero a Oswaldo Reynoso quien, en Los Inocentes, nos regalara al inolvidable “Colorete”, un joven en búsqueda de “un corazón a la altura de su inocencia”. La misma inocencia con la cual los lectores asistimos a la debacle de una juventud, una inocencia culpable de ir a contracorriente de sueños y convicciones.
Pueden leer el texto original en http://sub-urbano.com/un-corazon-a-la-altura-de-su-inocencia-hudson-el-redentor-de-diego-trelles-paz/
Agradecimientos especiales al autor de la reseña Félix Terrones y a la página www.sub-urbano.com
 

viernes, 18 de octubre de 2013

El placer de “Todos los días son de ceniza”, de Fernando Sarmiento por Álex Rivera de los Riós




Cuando me pidieron que dijera unas palabras acerca de “Todos los días son de ceniza”, de inmediato vino a mí la apremiante necesidad de buscar, como suele hacerse hoy en día cuando te toca presentar un libro al lado del autor, frases bonitas y bien halagüeñas  para poder compartir la experiencia que significó la lectura de este libro de cuentos. Después de mucha ripia y devaneo de sesos, me di cuenta de que, al menos esta vez, no quería hacer uso de ese valioso instrumento llamado floro y que en sí solo sirve para conquistar chicas fáciles o mentir descaradamente. Me quedé, al final, con una sola palabra. Y es esta: apasionante. Lectura total y sabrosamente apasionante. Apasionante como un chisme calientito, como escuchar a Elvis en la madrugada, como una maratón de Rocky, como tu primer beso con lengua o el primer sueldo que recibiste en la vida. Es decir, apasionante en el sentido de que no quieres que se acabe nunca.

   Después de cerrar el libro, vino a mí memoria uno de los consejos que García Márquez solía repartir a los jóvenes escritores y que se ha quedado tatuado en mí como una máxima de comportamiento. “El escritor es como un hipnotista”, decía Gabo. “Debe atrapar al lector y no dejarlo ir. Debe mantenerlo hipnotizado desde la primera hasta la última palabra. Un paso en falso y el hechizo se rompe”. Fernando Sarmiento, quien afirma que descubrió su vocación por la escritura  a los 30 años, ya sea por deseo propio o por innata naturaleza, ha sabido usar las palabras como un instrumento de implacable hipnotismo; con ellas ha armado un entramado de historias demasiado tentadoras para los lectores de cualquier edad, condición y complejo, quienes despertarán del conjuro -es decir terminarán el libro- con la agria sensación de haber recibido una certera cachetada que los devuelve nuevamente a la cruda realidad. Las cuatro historias del libro, todas ambientadas en espacios fantásticos y con personajes sobrenaturales o distorsionados, y que responden a un universo autónomo y a propuestas disímiles por parte del autor, son una invitación al escape, al goce, a la aventura, a descubrir una placentera evasión.

 Siempre he envidiado a aquellos escritores capaces construir relatos que luego puedo reproducir de manera oral. Es decir, relatos con una urdimbre, un contexto, un final sorprendente o inesperado. En conclusión, relatos que cuenten una historia y no lo que parece una historia, tan en boga hoy en día entre los narradores modernos. A riesgo de recibir insultos y amenazas por parte de mis compañeros escritores, formulo esta pregunta: ¿quiénes de ustedes pueden relatar a sus amigos o familiares el Ulises de Joyce o un cuento de Hemingway o de Bolaño o de Villa- Matas o de quien sea, sin ser considerados un lomo de aburridos por la audiencia? En este caso, Sarmiento es una excepción a la regla, pues sus historias, es increíble, sí se pueden contar o, al menos, adelantar. Adelantar, por ejemplo, la trama del cuento titulado “Verano oscuro”, donde un misterioso objeto que le da increíbles poderes a quien lo posea y que ha sido el supremo y máximo tesoro de sujetos como Hitler, Stalin y Mao Tse-Sung, ha llegado al Perú en las manos de un sencillo chinito apellidado Wong en los  años más cruentos del terrorismo de Abimael Guzmán. O contar, también, la historia de Daniel, del cuento “El verano de la reina”, un alienígena que toma prestado un cuerpo humano para poder llevar a cabo una importante misión de la madre nodriza, y que finalmente sucumbe ante las tentaciones del cuerpo y de alma humana, tales como el amor, los celos y la inevitable arrechura. Lo mismo sucede con el irreverente “Todos los días son de ceniza” y “El huésped rojo”, tal vez los cuentos que mejor ejemplifican lo que estoy tratando de explicar, pero cuyas apasionantes tramas prefiero dejar a la curiosidad de los lectores.

  En una entrevista que leí hace poco, Fernando Sarmiento afirma que uno no debe tomarse tan en serio ni la vida ni la literatura, en referencia a que la vida y la literatura no  son solo uno instrumento para relatar y experimentar desgracias y horrores, como algunos quieren pintarlas. Sarmiento, creo, se refiere a que estas también pueden ser un espacio para la felicidad, la aventura y el relax. “Todos los días son de ceniza” refrenda esta propuesta del autor, pues es un libro divertidísimo y a la vez muy logrado y profundo. Bienvenido sea, pues, este libro, que no hace otra cosa que enriquecer y relajar un poco a la literatura nacional, últimamente tan solemne y encorsetada.

jueves, 17 de octubre de 2013

Reseña del escritor Alejandro Neyra aparecida en la Revista Buensalvaje





Por Alejandro Neyra.

«El escritor es cómo cuenta lo que come» dice Carlos Herrera, quien se muestra sibarita en la elección de las palabras y frases que componen sus relatos, que se asemejan quizá a lo que debiera ser la más perfecta cocina molecular: austera, al tiempo que cuidadosamente experimental y sencillamente exquisita. Y es que Herrera escribe con la potencia y la tenacidad de su personaje Polibio Alcanfores, quien en «Gastrosofía» deja a su familia, su fortuna y hasta su propio ser en la búsqueda del placer del paladar, con tal de encontrar EL plato –el que sea el arquetipo de la comida– para terminar conociéndose (i.e. comiéndose) a sí mismo.

Nada queda al azar en la prosa de Herrera, ni en el fantástico cuento que da título al libro ni en sus otras breves ficciones, ni en los ensayos sabrosa y deliciosamente condimentados con ese sutil y fresco ingrediente que abunda en el libro: el humor negro. Y es que como Manuel Masías, el hombre que le cocinó al mismísimo Belcebú para salvar a la carne de su carne, el autor delira y cocina sus frases con ironía, mezcla las letras sabiendo la textura de cada una de ellas y resume verdades y mentiras, con tal de complacer al más fino comensal de la buena literatura, tarea por demás cumplida con creces. Por algo ahora, como se señala curiosamente en el último relato del libro, en Arequipa se han creído la ficción del cuento y falta poco para que erijan un busto a Manuel Masías, venerando al «verdadero» héroe creador del rocoto relleno.

Mención aparte para un sabroso entremés en el que Herrera analiza cómo presentan y hablan de la cocina y de nuestra gastronomía un grupo de escritores peruanos que van desde Garcilaso y Palma hasta nuestro Nobel characato y el recordado Toño Cisneros, incluyendo al Lucifer de las «gastroletras» y antihéroe de Mistura, Iván Thays. Ya saben los que gustan de gulusmear en las librerías en busca de delicias literarias, este es un libro de obligada lectura. Pero cuidado, pues no es esta una obra de arte para devorar ni empalagarse sino para escanciar como el mejor vino, sintiéndolo en el paladar y saboreán.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Cocinero del rocoto relleno en ficción (Entrevista a Carlos Herrera para el Diario La República)

Foto: Miguel Coaquira
 
 
Por Efraín Rodríguez.
 
Es arequipeño. Publicó "Manuel de Masías, el hombre que creó el rocoto relleno y cocinó para el diablo y otros relatos", una recopilación de cuentos, ensayos y crónicas históricas relacionadas a la creación del rocoto relleno. Ojo, no es un libro de gastronomía. Es la obsesión de De Masías para complacer la voracidad de Satanás  que a cambio de ese platillo deberá redimir el espirítu de la hija del cocinero.
 
¿Cómo un feroz picantero puede escribir un libro con tantos detalles de glotonería?
No sé si seré un feroz picantero, pero te aseguro que soy acérrimo amante de la buena cocina en general. He tenido la suerte de nacer en Arequipa y acceder a una buena cocina desde chico hasta hoy. He vivido en París y he probado una gastronomía sofisticada. Sin embargo, no sé cocinar y por recato a ello no soy un glotón.  A diferencia del poeta Alonso Ruiz Rosas, yo no sé salpimentar como lo hace él.  Lo envidio. A mí la gastronomía me inspira como cualquier otro arte. La cocina siempre fue una influencia que me permitió reflejar a la literatura como un excelente consomé. Me apasiona hacer  hervir. El hombre que creó el rocoto relleno y cocinó para el diablo, y otros textos gastronómicos (La Travesía Editora - 2013) es una recopilación de cuentos, crónicas, ensayos y memorias  que tienen sabor a guiso.
Si no es un glotón, ¿por qué su libro provoca antojos y hasta hambre? ¿Hay elementos de buen comer?
Más que buen comer, hay piezas de gastronomía. En los relatos, el libro refleja el placer de saborear y no la ingestión desmedida de los alimentos. Aunque debo reconocer que el texto Historia de Manuel Masías... hay una descripción desmedida de la comida. Además, es un ensayo de estilo barroco donde se relata con detalle el despliegue de ingredientes, sabores, colores y formas. 
Por la descripción de los sabores y las ansias de deglutir, parece que usted podría tener  el hambre de Manuel de Masías.
No, me declaro como un modesto y agradecido comensal con nulas cualidades para cocinar. Lo que busca Manuel de  Masías es el banquete ideal que nunca me atrevería a comer. Ahora, pienso que él poseía un apetito acético. Evitaba tragar hasta reventar. Su ansia se ceñía a la creación del sabor. Me puedo identificar con él por su placer investigativo. Más allá de una relación comestible con Manuel de Masías, tengo un vínculo de vida. Por mis actividades profesionales viví en París. Él también conoció esa ciudad. Hipotéticamente, ambos habitamos esa ciudad. Ahora, para cerrar el círculo, a mí solo me falta conocer el infierno.
¿Qué apetitos, antojos y gustos personales se reflejan en el libro?
El más notorio se refleja en El goce y el sacrificio. Ese texto lo escribí porque el poeta Oswaldo Chanove me convocó para colaborar en un proyecto denominado Memorias de la Tripa y escribí sobre mi experiencia familiar en la cocina. En familia nadie tiene cualidades para la cocina: mi abuela, mi madre, mis hermanas, mi hermano y yo estamos negados para ese arte. La única iluminada era una prima que preparaba múltiples inventos para comer. Mi infancia no tuvo una buena gastronomía. Los recuerdos de esa época no están tanto en los sabores, sino la transformación de los alimentos: ver morir a los cuyes o saber que acuchillaron a la vaca para comerla. Cuando era niño mi paladar  no tuvo un festín orgiástico en banquetes. Me formé en el buen comer y en comer bien. Tal vez, el único goce que tuve fue comer postres. A pesar que la tradición repostera arequipeña es casi nula, mi madre hacia excelentes postres. 
¿Cuánta relación guarda el escritor y el cocinero? Ambos buscan y maceran sus insumos para la creación.
Es una buena metáfora. Existe la visión de cómo cada uno construye su obra a partir de elementos reales o naturales para consolidarla. Sin embargo, esa experiencia de la recopilación de insumos se refleja en todas las artes. Como en los buenos guisos arequipeños, la narrativa debe tener una buena base para ambicionar una delicia.
Si su literatura se asemeja a un guiso local por los rasgos fuertes. ¿Cuánto le cuesta enfrentar a esos libros para crear otros nuevos?
Mucho. Sobrevivo a ellos escribiendo sobre otros relatos y personajes. Por ejemplo, tengo uno llamado Ulises García. Es un hombre inquietante, parco, seco y pacato. Me gustó tanto y lo resucité en otro libro. Siento que en mi obra hay una necesidad de buscar personajes extravagantes. Como un cocinero que busca el sabor innovador. El propio Manuel de Masías es una composición. Los necesito tanto como a la buena comida. 
 
Yo conocí a Montesinos
Usted es un experto escribiendo de cocina. Sin embargo, ¿tiene otros proyectos que no estén ligados a ella?
Tengo un libro escrito sobre monstruos. Tiene varias partes: una relación testimonial de cómo los imagino; otra ligada a seres mitológicos, etc. No son demonios personales. Es una experiencia de cómo veía al señor sin manos de pequeño, de cómo imaginaba a los seres de La Odisea y sobre todo para interrogarme por qué uno no es un monstruo. Me he cruzado con algunas personas que se convirtieron en monstruos. Una de esas es Vladimiro Montesinos. Ambos vivíamos en el barrio de Tingo. Nuestras familias eran amigas y sus hermanas jugaban con las mías. Nunca hablamos. Conforme pasaron los años vi cómo el joven abogado se convirtió en un monstruo. Una vez me pregunté: ¿Hubiera sido un "Montesinos"?