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jueves, 17 de octubre de 2013

Reseña del escritor Alejandro Neyra aparecida en la Revista Buensalvaje





Por Alejandro Neyra.

«El escritor es cómo cuenta lo que come» dice Carlos Herrera, quien se muestra sibarita en la elección de las palabras y frases que componen sus relatos, que se asemejan quizá a lo que debiera ser la más perfecta cocina molecular: austera, al tiempo que cuidadosamente experimental y sencillamente exquisita. Y es que Herrera escribe con la potencia y la tenacidad de su personaje Polibio Alcanfores, quien en «Gastrosofía» deja a su familia, su fortuna y hasta su propio ser en la búsqueda del placer del paladar, con tal de encontrar EL plato –el que sea el arquetipo de la comida– para terminar conociéndose (i.e. comiéndose) a sí mismo.

Nada queda al azar en la prosa de Herrera, ni en el fantástico cuento que da título al libro ni en sus otras breves ficciones, ni en los ensayos sabrosa y deliciosamente condimentados con ese sutil y fresco ingrediente que abunda en el libro: el humor negro. Y es que como Manuel Masías, el hombre que le cocinó al mismísimo Belcebú para salvar a la carne de su carne, el autor delira y cocina sus frases con ironía, mezcla las letras sabiendo la textura de cada una de ellas y resume verdades y mentiras, con tal de complacer al más fino comensal de la buena literatura, tarea por demás cumplida con creces. Por algo ahora, como se señala curiosamente en el último relato del libro, en Arequipa se han creído la ficción del cuento y falta poco para que erijan un busto a Manuel Masías, venerando al «verdadero» héroe creador del rocoto relleno.

Mención aparte para un sabroso entremés en el que Herrera analiza cómo presentan y hablan de la cocina y de nuestra gastronomía un grupo de escritores peruanos que van desde Garcilaso y Palma hasta nuestro Nobel characato y el recordado Toño Cisneros, incluyendo al Lucifer de las «gastroletras» y antihéroe de Mistura, Iván Thays. Ya saben los que gustan de gulusmear en las librerías en busca de delicias literarias, este es un libro de obligada lectura. Pero cuidado, pues no es esta una obra de arte para devorar ni empalagarse sino para escanciar como el mejor vino, sintiéndolo en el paladar y saboreán.

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